lunes, 27 de junio de 2011

Vienen por todo

Francisco Torres, Arauca

Hay palabras que se escriben en piedra. Cuanto más lluvia y viento las azota, más salta a los ojos su contundente verdad. Así, las que escribiera Francisco Mosquera, al denunciar la naturaleza virulentamente rapaz de la política neoliberal dictada por el imperialismo norteamericano y ejecutada con toda pomposidad y servilismo por la oligarquía criolla: vienen por todo.

Sí, vienen por todo. Y esa verdad, combatida, ignorada y trastocada desde el gobierno y los monopolios; ocultada, ridiculizada y despreciada por los grandes medios de comunicación –que, naturalmente, se beneficiaron y benefician de su papel de calanchines, payasos es la palabra que usa el pueblo, en los turbios negociados-; y justificada por la tropa escasa de patria de la mayoría de los gobernantes y políticos locales con la parsimonia de su acostumbrada abyección de pelechar con las migajas que le arrojan de la mesa cargada de manjares de los monopolios y el Estado; esa verdad se ha vuelto tan evidente que esta semana que acaba de pasar, en la Asamblea Departamental de Arauca -un lugar desacostumbrado para escucharla, a no ser en labios del representante del POLO-, un diputado de la bancada de Unidad Nacional se hizo su vocero:
¡Nos quitaron las regalías, también nos quitan las tierras!

Vivir para ver. Y ciego sería quien no viera lo que está pasando en Arauca –y en Colombia- con ocasión de la explotación petrolera entregada privilegiadamente a las multinacionales en detrimento de Colombia. Caño Limón –en las manos ávidas de la OXY- ha dado para otra expoliación, la de los campesinos: primero, desaparecieron las veredas de La Osa, Vivero, Líbano y Corralito de donde salieron 160 familias con la promesa de ser reubicadas, cosa que no se cumplió; y luego, con el fatídico decreto 2664 de 1994, dejaron de ser adjudicables los baldíos situados dentro de un radio de cinco kilómetros de las zonas donde se adelantan explotaciones de recursos naturales no renovables, con lo cual cientos de familias de las veredas El Sinaí, Nubes A y B, La Yuca, La Becerra, El Sol, La Pesquera, Mata Oscura y La Arenosa se quedaron en la precaria situación de ocupantes, sin títulos de las tierras que en medio de las penalidades desbrozaron, sin posibilidad de un crédito bancario, una ayuda estatal o, ni tan siquiera, de un arreglo de las escuelas a las cuales también se les niega las escrituras. Después, las familias que no tienen títulos en las veredas alrededor del reciente campo de Caricare se encuentran en la misma situación. Ahora, como se denunció en la Duma Departamental, por algún expeditivo medio se englobaron nuevas veredas a la zona de exclusión de campesinos del enclave colonialista.

Tan grave es la situación, que según el INCODER, en el extenso municipio de Arauquita, con 3.281 kilómetros cuadrados, apenas es adjudicable el 33% de su área. Si bien es cierto que hay resguardos indígenas, también lo es que una gran parte de las tierras arauquiteñas no pueden ser tituladas a sus legítimos propietarios por normas hechas a la medida de los apetitos de las multinacionales a las cuales, en cambio, se les permite hacer y deshacer con los ecosistemas como ha sucedido con el santuario del Lipa y ahora va a pasar con la perforación en el lecho de la laguna del Lipa.

Pero como sucede con el neoliberalismo, por malas que sean las cosas pueden llegar a empeorar. Si se llega a encontrar petróleo en los trabajos que adelanta la Pacific el campesinado araucano -que se da con orgullo el título de criollo- de grandes áreas de los municipios de Cravo Norte y Puerto Rondón será excluido de la posibilidad de tener escrituras de tierras que por generaciones ha poseído. Lo mismo puede suceder en Tame, donde la población se ha organizado para oponerse a los trabajos de sísmica que se vienen haciendo en el piedemonte, donde van afectar los nacimientos de agua. A ello añadamos la construcción del Oleoducto Bicentenario con el cual los campesinos verán enajenado casi que a perpetuidad la franja por donde pasa a cambio de una irrisoria indemnización.

De manera que los habitantes de las comarcas petroleras se van a quedar sin regalías, sin tierras, con el irreparable deterioro ambiental y con la catástrofe social y económica, uno de cuyos más visibles efectos es la imparable destrucción de las carreteras por el tráfico de tractomulas al servicio de las petroleras.

Como la tragedia viene generalmente unida a la ironía, y en este caso a la desvergonzada caradura del Gobierno de Santos, mientras al campesinado se le niega la tierra con el artículo 9 del decreto 2664, el Gobierno y el Congreso corren a tumbar la ley 160 y el mencionado decreto en lo que respecta a la Unidad Agrícola Familiar, UAF, para favorecer al capital financiero y a las multinacionales, que están de plácemes porque fueron escuchados sus clamores y en los artículos 45 y 46 del Plan Nacional de Desarrollo se le va a permitir al Estado titularles tierras por encima de la UAF, es decir miles y miles de hectáreas.

Eso sí, nuevamente claman como un canastado de pollo los sufridos magnates para que no les suban y ojala eximan del impuesto predial. Ese que lo pague la ciudadanía de a pie. De todos modos ya hay un ejemplo en ese sentido, las multinacionales petroleras y mineras no pagan impuesto predial ya que no son dueñas en general de las tierras donde extraen los recursos naturales no renovables. Y tampoco pagan industria y comercio a los municipios donde realizan sus actividades. Puede que a estos nuevos llaneros que vienen como zamuros a apoderarse de las siete millones de hectáreas de la altillanura de la Orinoquia también les haga el Gobierno el favorcito de eximirlos de pagar sobre sus actividades comerciales.

Subsidios para la gran minería: dónde están, cuánto nos valen

Alvaro Pardo
La gran minería está en el ojo del huracán por sus impactos sociales y ambientales. Pero poco se habla de que las regalías que pagan en Colombia son muy bajas ni de la maraña de subsidios, deducciones y exenciones que las benefician en medio de una bonanza mundial que ya de por sí multiplica sus ingresos y sus utilidades.


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razonpublica.com

sábado, 25 de junio de 2011

Las venas abiertas de Colombia

Darío Arenas
MOIR

Durante el último periodo del gobierno de Uribe se otorgaron la mayor cantidad de títulos mineros en la historia de Colombia y se ahondaron los privilegios de la gran minería transnacional. Ahora, bajo el mandato de Santos –como seguramente ocurrirá con el resto del paquete neoliberal heredado- se pretende profundizar y llevar a sus más altas dimensiones.


El 40% del territorio colombiano está pedido en concesión para proyectos mineros. De las 114 millones de hectáreas que conforman el total del suelo patrio, cerca de 45 millones están solicitadas para este fin, aproximadamente la superficie de los 4 departamentos más grandes del país (Amazonas, Vichada, Caquetá y Meta), más todo el Eje Cafetero, Cundinamarca y el Valle del Cauca juntos. Esto en un país, en el que gracias al maremágnum de reformas aperturistas iniciadas en los años 90, el agro y la industria sufrieron un rezago descomunal, y donde se estima que hay disponibles y no cultivadas apenas 4,97 millones de hectáreas para agricultura (1).

Esta es la proporción de la política minera plasmada en el código de minas de 2001 ratificada en la reforma de 2010. Durante el último periodo del gobierno de Uribe se otorgaron la mayor cantidad de títulos mineros en la historia de Colombia y se ahondaron los privilegios de la gran minería transnacional. Ahora, bajo el mandato de Santos –como seguramente ocurrirá con el resto del paquete neoliberal heredado- se pretende profundizar y llevar a sus más altas dimensiones.

La expansión de la actividad extractiva en Colombia responde, como la gran mayoría de las políticas de nuestros gobiernos, no a las auténticas necesidades del pueblo colombiano sino a intereses ajenos a ellos. Con la economía de las grandes potencias tremendamente debilitada gracias a las recurrentes crisis que el sistema capitalista provoca, con la necesidad de buscar nuevamente riqueza sustentada en los metales preciosos y con precios del oro llegando a sus máximos registros históricos, superando los 1400 dólares la onza, son naturales las expediciones que nuevamente emprenden a países que como Colombia, poseen estos preciados recursos. El capital financiero internacional bajo esta lógica se ha fortalecido y ha asumido un rol preponderante, llegando a tener inversiones en la industria minera mundial del orden de los 84.327 millones de dólares entre 2000 y 2006, a través de proveedores de fondos tan poderosos como JP Morgan, Citigroup, HSBC Holdings, ING, entre otros grandes conglomerados financieros del mundo (2).

Prueba de la desesperada sed de las potencias por los recursos minero-energéticos, reflejada en las invasiones a Irak y Afganistán, es el aprovechamiento de circunstancias coyunturales como la de Libia. Bajo pretextos humanitarios, Estados Unidos retoma posiciones de mando y control sobre los recursos de una zona que ha sido esquiva a sus mandatos.

Teniendo en cuenta que en los últimos años ha habido un abrumador ingreso de compañías mineras canadienses a Colombia y que estas representan el 75% de la industria minera mundial, no es de extrañar el alborozo del actual ministro de hacienda Juan Carlos Echeverry, quien notablemente cómodo con el tipo de relaciones que Colombia posee con el mundo, expresara hace poco: "los españoles descubrieron América hace 500 años y los canadienses descubrieron Colombia hace 10. De lo que estamos muy contentos" (3). Muestras tangibles de la actitud de la alta clase dirigente de nuestro país frente a las grandes potencias y sus intereses. Cabría anotar que solo le restó manifestar al ministro en su arrebato de honestidad brutal, que hace más de un siglo y bajo condiciones similares también nos habían “descubierto” los gringos.

Amagá, El Hoyo-Patía, Suarez, Marmato, La Jagua de Ibirico, Anaime, Quinchía, Tabaco, Pore, Taraira, Socha, Montelibano, Sardinata, Remedios, Buenos Aires, la serranía de San Lucas, Condoto, Cajamarca, son entre muchas otras poblaciones colombianas, el ejemplo del modelo minero que se intenta imponer en nuestro país. Han sido en unos casos, damnificados por las leoninas condiciones laborales fijadas por las transnacionales y testigos de primera mano del abandono estatal, del asfixiamiento y acoso a la minería tradicional local, y en otros, se pretende que sean víctimas de la destrucción de su medio ambiente, del desplazamiento de sus poblaciones, del despojo de su hábitat, del arrebatamiento de sus tradiciones y de la expropiación de sus trabajos, su vida y su historia. Todas estas comunidades tienen suficientes razones para sentirse desamparadas por el Estado y poseen el justo y legítimo derecho a rebelarse en contra de las políticas del acoso y el saqueo agenciadas por quienes en teoría deberían defender sus intereses.

Esta es la verdadera cara de la locomotora minera de Santos. Vagones llenos de gabelas y privilegios para las compañías transnacionales, colmados de exenciones tributarias, descuentos y facilidades enormes para realizar negocios de acuerdo a su conveniencia con formidables márgenes de ganancia, todo ello contrastado con la persecución rastrera a los mineros pequeños y tradicionales de nuestro país. La profundización de la confianza inversionista intenta sumir a una enorme porción de nuestra población en una funesta lógica, inexpugnable según nuestros dirigentes, en la que la inserción en el mercado mundial de economías tan languidecidas y debilitadas como la colombiana debe darse a cualquier costo, sin importar las asimetrías que existan, el lugar rezagado que en él juguemos, y el deterioro que este tipo de políticas generen en nuestra población.

Asistimos a un escenario desolador y apabullante. El prurito por la reprimarización de nuestra economía no tiene parangón alguno, las políticas del despojo, expoliación y pillaje lejos de combatirse se han institucionalizado y se les ha brindado un cariz de progreso y bienestar, cuando en realidad anidan en su interior las mismas fórmulas que han perpetuado el atraso y el subdesarrollo en nuestro país.

Las venas de Colombia siguen abiertas. Las cicatrices que aun conservamos en la piel de nuestra nación, como las de la lucha por nuestra independencia hace 200 años, nos demuestran que los pueblos cuando se resuelven pueden vencer las políticas entreguistas y los regímenes antipatrióticos, y pueden decidir por sí mismos su destino. La concientización, la organización y la movilización deberán marcar el camino para que, al igual que en el caso de la victoria en Santurbán, derrotemos la sumisa entrega de nuestros recursos y podamos descarrilar definitivamente la nefasta locomotora minera de Santos.

*Artículo escrito con relación al II Encuentro Nacional de la Red Colombiana Frente a la Gran Minería Transnacional, RECLAME, llevado a cabo el 8 y 9 de Abril de 2011 en Bogotá.

NOTAS DEL AUTOR:

(1) Aurelio Suárez Montoya, Tribuna Roja Nº 111, enero 13 de 2011

(2) Financing Global Mining: The Complete Picture (ed. Rob Morrison), pfi market intelligence, Thomson’s 2007

(3) Calgary (Canadá), 27 Marzo (Agencia EFE)

viernes, 24 de junio de 2011

Anglo Gold Ashanti amenaza al Tolima

Jorge Enrique Robledo, Bogotá, 24 de junio de 2011.

Dos multitudinarias movilizaciones se realizaron en contra de las minas de oro a cielo abierto de Medoro Resources en Marmato, Caldas, y de Anglo Gold Ashanti en Cajamarca, Tolima. En el primer caso, pretenden destruir el casco urbano de la población, incluida alcaldía, iglesia, escuelas, hospital y viviendas, causando un pueblicidio y un auténtico desplazamiento. Y en el segundo, dejarían sin agua sufíciente a una amplia región que se surte del río Coello. La codicia de poderosos inversionistas extranjeros y de sus socios nativos, respaldados por el gobierno nacional, versus el patrimonio económico, social y cultural de comunidades asentadas allí desde hace siglos.La Colosa, en Cajamarca, queda en un área de reserva forestal de alta y muy alta importancia ambiental y en el nacimiento del río Coello, que baña siete municipios del Tolima, entre ellos Espinal, donde le da vida a Usocoello, el distrito de riego agrícola más grande de Colombia. Como estos proyectos mineros son de altísimo consumo de agua, para utilizar inmensas cantidades de cianuro al día, hay una contradicción insalvable con el agua de uso humano y agropecuario, entre otros problemas ambientales.Si el debate sobre la conveniencia y legalidad de La Colosa se diera sin las presiones que suelen acompañar los grandes proyectos mineros, y más con los altos precio del oro y el muy cuestionado estilo de Anglo Gold Ashanti, este proyecto ya se habría hundido. Pero su trámite empezó mal. Un día, Álvaro Uribe anunció, como un éxito suyo, que esa sería la mina de oro más grande del mundo, afirmación que implicó que su gobierno y el de Santos esgrimirían su poder para imponerla. Sobre la supuesta lotería que se ganaron los tolimenses hay que decir que las regalías para Colombia son de apenas el 3.2 por ciento, y que de eso a ellos, por la reciente reforma, les tocará algo muy cercano al nada por ciento. Luego sus condiciones serán incluso peores que las de otros proyectos mineros, donde las gentes de las regiones no salieron de la pobreza y sí reciben los impactos negativos.Las inconveniencias e ilegalidades de La Colosa se plantean desde hace años. En 2008, Cortolima, la autoridad ambiental, ordenó suspender la exploración. Y el año siguiente, Diego Alvarado Ortiz, Procurador Agrario y Ambiental del Tolima, le demostró al Minambiente que el proyecto violaba la ley. Pero Anglo Gold Ashanti, con el respaldo del alto gobierno, gasta millones para poner a su favor a la opinión pública. Tan cínica es su actitud, que hace poco le quitó el patrocinio al Festival del Folclor de Ibagué porque en los desfiles participan comparsas estudiantiles que critican a La Colosa.Las movidas oficiales para imponer los proyectos mineros de las trasnacionales pasan de castaño a oscuro. El 6 de agosto de 2010, el Minambiente les quitó a las CAR el control del agua en la exploración minera, y la reforma de estos entes tiene como primer objetivo arrebatarles su autonomía para volverlas aparatos de bolsillo del Jefe del Estado e instrumentos de la aplanadora minera.Lo que se mueve en Ibagué debe hacer sonar las alarmas de los demócratas. Carmen Sofía Bonilla, la valerosa directora de Cortolima, apoyada en estudios del Ideam, declaró “agotado el recurso hídrico” en el río Coello, lo que significa que no pueden otorgarse nuevas concesiones de agua –ni a Anglo Gold Ashanti ni a nadie–, porque el caudal que hay apenas si alcanza para los actuales usuarios, cuyo consumo humano y agropecuarios es legalmente prioritario. Y el problema tiende a complicarse porque el Ideam también ha dicho que en el Coello será grave el impacto del calentamiento global. Ante la declaratoria, un alto funcionario de la Gobernación presionó en la junta directiva de Cortolima para que la directora echara atrás la decisión, al tiempo que blandía unos papeles de la Contraloría que no tenían por qué estar en sus manos. El personaje quedó en ridículo y al desnudo cuando se mostró una resolución suya, de cuando él fue director de Cortolima, que declaraba “agotado el recurso hídrico” en el Coello.Llamo al gobierno nacional a jugar limpio en el Tolima y a los tolimenses a sostener en alto su reconocida dignidad. Y llamo a los organismos de control a no permitir que funcionarios suyos sirvan de martillos contra una funcionaria que cumple con su deber.

jueves, 23 de junio de 2011

Restitución de tierras públicas

Por: Alfredo Molano Bravo

El invierno ha dejado claras dos cosas. Una, que existe una cota superior que los ríos, quebradas y humedales reclaman, y otra, que la causa principal de la tragedia invernal es la deforestación de las cuencas y el arrasamiento de las selvas.

Es un hecho conocido –y mil veces denunciado– la ocupación de bienes públicos que rodean los humedales, ciénagas y playas. Y no sólo la ocupación, sino la apropiación –con escrituras, firmas y sellos– de esos terrenos para ampliar ganaderías y cultivos comerciales, construir urbanizaciones y hoteles. Los casos más sonados son los humedales de la sabana de Bogotá, las ciénagas del Sinú y el San Jorge, y las playas de La Boquilla. En la sabana las inundaciones están haciendo lo que la ley no ha podido: sacar a los invasores inundándoles sus predios. En el caso del río Sinú, la Corte Constitucional ha considerado criminal la desecación de sus ciénagas (Sentencia T- 194 de 1999) por parte de particulares para luego reclamar los terrenos ganados a las aguas como baldíos nacionales, y permitir así ser adjudicados en propiedad privada. Una marrulla a la que se prestaron el Incora, el Incoder –en las pasadas administraciones– y las notarías. Lo mismo ha sucedido en el Valle del Cauca con las madreviejas por parte de las empresas de caña; en el Magdalena Medio por parte de palmeros y ganaderos; en el Atrato, en el San Juan, en todo el andén pacífico con los manglares, y, claro está, en las cuencas del Orinoco y el Amazonas. En regiones declaradas Reserva Forestal (Ley 2ª de 1959) –medio país–, las rondas de ríos, lagunas, ciénagas, no pueden ser ocupadas y menos apropiadas. En los ríos Meta, Ariari y Caquetá, los hatos, haciendas y concesiones territoriales llegan hasta la orilla de las aguas. No hay quién haga respetar esa ley. Ni las corporaciones de desarrollo, ni las gobernaciones, ni las alcaldías y menos hoy la Procuraduría Ambiental. Nadie. Los bienes públicos no tienen doliente. La ocupación de playones puede ser autorizada sólo para el pancoger o la pesca artesanal, y es un derecho que tiene que ver con la comida de los campesinos ribereños. Los ganaderos atropellan esta tradición y corren las cercas. También esos terrenos, que el ritmo de las aguas descubren en verano, pueden ser concedidos para cultivos itinerantes; los terratenientes, con la venia oficial, han comprado ese derecho. Poco les importa teniendo de su lado la fuerza pública para defender la propiedad privada.
En general, todas las tierras inundadas en los inviernos –o aguas altas– deberían ser reconocidas  como bienes públicos y defendidas con todos los medios que las instituciones tienen a su alcance: códigos, armas, presupuesto. Ahora cuando entra en vigencia la restitución de tierras usurpadas a particulares –y antes de que la medida se rutinice y palidezca–, el Gobierno debería adoptar como política de Estado devolver las tierras públicas a sus legítimos propietarios, los ciudadanos. Si está dispuesto a restituir dos millones de hectáreas a sus dueños, con mucha mayor fuerza debería empeñarse en reintegrar los bienes públicos a la Nación. El Estado, que hace la guerra para recuperar la soberanía política, hace muy poco para defender los terrenos inajenables e imprescriptibles

El Espectador

martes, 14 de junio de 2011

Un poco de historia...

Una mirada histórica de la región permite ver que ha estado trazada por el conflicto desde la época colonial entre invasores y nativos o la actual por el dominio y control de los recursos y el territorio. Esta ha sido y es una zona de permanente conquista y ampliación de la frontera dinamizada por las oleadas migratorias, por los procesos de expulsión y violencia que se viven en la región y alrededor de esta.

Colonización y Primeros Habitantes

Duarte. 2010, al respecto reseña:

El Sur de Bolívar ha sido poblado como señala Patricia Madariaga “por oleadas colonizadoras de distintas procedencias que se iniciaron desde la conquista” (Archila et al, 2006: 40), pasando por la colonización masiva de la década del 50, el boom de la minas y las migraciones producidas por el incremento del conflicto armado en la mitad de la década del 90.

Los primeros grupos humanos fueron los indígenas Malibués, Tahamies, Guamocoes quienes estuvieron por más de cuatrocientos años en la región y desaparecieron al afrontar la conquista española (Montenegro. 1997. p 216).  Posterior a  ellos llegaron los negros esclavos de África, que formaron sus palenques luego de escapar del dominio imperial.

Los antecedentes históricos de la región son abordados por Viloria. 2009. p 9-10:

El capitán Antonio Lebrija y Maldonado, quien remontando uno de los brazos occidentales del río Magdalena llegó a la ciénaga de Simití en 1537, en donde encontró un poblado indígena que rebautizó con el nombre de San Antonio del Toro de Simití (Badel, 1999)

A principios del siglo XVII Fray Pedro Simón trae noticias de las minas de oro de Simití y Guamocó, esta última ubicada en la serranía de San Lucas, entre los ríos Magdalena y Cauca. Dice Simón que al sur de Simití se encontraban las minas de Guamocó y la ciudad de San Francisco, fundada en 1611 por el capitán Juan Pérez Garavito. La creciente actividad minera hizo necesaria la construcción de un camino entre Simití y Guamocó en 1623 (Salcedo del Villar, 1987: 51). Dice el padre Palacios que en las tres últimas zonas encontró más de cuatrocientas familias de indígenas y libres arrochelados. Sólo en Tiquisio había más cien familias, todos mazamorreros, dedicados a la pequeña minería de oro.

En las primeras décadas del siglo XVII  continuaba la adjudicación de tierras y minas en la región a la vez que se organizaban incursiones militares contra los palenques de negros y fugitivos, en la zona es muy nombrado el palenque de Norosi (hoy municipio). Además de la actividad minera el cultivo de tabaco ocupó un renglón importante en la economía regional. Ya en el siglo XIX la navegación a vapor fue una de las actividades importantes en la región tanto así que contribuyo a la fundación de varias poblaciones rivereñas y que su dinámica comercial estuviera ligada a esta actividad. “El leñateo generado por la navegación a vapor en el Magdalena, las guerras civiles, la minería de oro y las exploraciones petroleras fueron convirtiendo al Magdalena Medio en una zona de colonización” (Viloria. 2009. p 12).

La adjudicación de terrenos baldíos, fue otra forma importante de impulsar la colonización, hecha aproximadamente en el periodo de 1901 a 1931, en el cual se asignaron entre 50.000 y 99.999 hectáreas en los municipios de Simití, San Pablo y Morales (Proyecto Colombia Nunca Más. 2007. cd anexo. p 6).

La actividad petrolera después de 1926 generó grandes expectativas luego de la construcción del oleoducto de las infantas que lleva crudo de Barrancabermeja a Cartagena sirvió “como foco de atracción para que algunas familias santandereanas, boyacenses y costeñas se empezaran a establecer en las poblaciones más sureñas del departamento de Bolívar, lejos de Cartagena pero cerca al centro petrolero de Barrancabermeja” (Viloria. 2009. p 12).

Los proyectos petroleros en Cantagallo se iniciaron en los años 40, estas explotaciones generaron cierto dinamismo de economía de enclave (Ibíd.) lo que atrajo una oleada migratoria, la mayoría de origen rural, procedentes de la costa Caribe, Santander, Antioquia y Boyacá, otro grupo de campesinos llego a la región procedente de las haciendas del bajo Magdalena y de las sabanas de Córdoba y Sucre producto de la expulsión de estas zonas (Otálora. 2006. p 39).

Un hecho característico de estas primeras movilizaciones fue la organización social y comunitaria de la población y la regulación que cumplieron este proceso algunas instituciones (iglesia católica, partidos políticos, empresas del estado, etc.). La población de Cantagallo estuvo muy ligada a la vida política y social de los trabajadores de Barrancabermeja, mientras que en Santa Rosa fue fomentado por la iglesia católica y el de San Pablo estuvo influido por las adscripciones individuales y colectivas al Partido Liberal y a algunos movimientos de izquierda (UNIR, Unión Patriótica)  (Echavarría 2005. p15).

Siguiendo las ideas de Otálora. 2006 y Viloria. 2009, a mediados del siglo XX, llegaron colonos desde los santanderes, Boyacá, Antioquia, Caldas entre otros expulsores como consecuencia de “La Violencia” bipartidista generando procesos de colonización masiva en la región.

La región ha estado marcada a lo largo de su historia por la colonización campesina espontánea o dirigida, la colonización ganadera y la colonización empresarial, lo que ha generado también a lo largo de su historia diversos tipos de conflictos como el agrario, el obrero-patronal, el político institucional y el conflicto social y urbano (Programa por la paz – ACNUR 2001. Citado por Bayona. 2005 p12).

lunes, 13 de junio de 2011

La nueva lavandería

Las exportaciones de oro aportaron divisas a Colombia por US$2.095 millones el año pasado y superaron en más de US$200 millones a las de café. El oro es hoy el tercer producto de exportación del país, después del petróleo y el carbón. Sin embargo, y a pesar de la extraordinaria importancia para la economía, sus ventas al exterior son una gigantesca "caja negra" donde se mezclan lavado de dólares, corrupción, la acción de las organizaciones armadas ilegales y el oportunismo de algunas autoridades locales que se prestan para ofrecer un manto de legalidad a una gigantesca operación de blanqueo de recursos ilícitos. 

Apenas 14% de las 53 toneladas que produjo Colombia en el año 2010 -98% de las cuales fueron exportadas- las extrajeron empresas legalmente constituidas. El 86% restante sale de las operaciones de mineros artesanales, explotadores informales y organizaciones al margen de la ley. Las exportaciones de oro crecieron 135% de 2008 a 2010, ritmos que superan ampliamente el 68% de aumento en el precio internacional acumulado en estos años. Municipios que nunca habían tenido producción aurífera aparecen ahora como grandes productores en los registros. Las autoridades están tratando de entender qué hay detrás de este desordenado crecimiento. Lo que encuentran es la evidencia de un gran fraude extendido en numerosos municipios de Colombia.

Amenaza alimentaria

“El mercado de alimentos en el mundo funciona como un casino de Las Vegas”. La afirmación es de Asier Hernando Malax-Echevarría, el encargado de coordinar la campaña “Crece” de Oxfam en Suramérica, una de las más grandes e importantes ONG del mundo. La campaña busca generar conciencia sobre el drama del hambre en el planeta y cómo buena parte se explica por decisiones de mercado. Malax-Echevarría aseguró que los culpables son en buena medida los especuladores de las bolsas de Boston, Sao Paulo y Chicago, en donde se comercializan gran parte de los alimentos del mundo. La campaña ha sido apadrinada por el ex presidente brasilero Luiz Inácio Lula Da Silva y el arzobispo surafricano Desmond Tutu.

jueves, 9 de junio de 2011

La olla podrida de Ingeominas

Más de una "piñata", como lo dijo la semana pasada el ministro de Minas, Carlos Rodado Noriega, lo que sucedió en Ingeominas se parece a una olla a presión en la que se cocinaron todo tipo de irregularidades. Y esa olla finalmente estalló. Detrás de esta piñata que celebró Ingeominas sin ningún control, dando títulos a cualquiera que presentara un plano topográfico, un formulario, la cédula y pagara el costo de un pin, SEMANA descubrió una mina de denuncias, manipulaciones políticas, compraventa de información privilegiada, oficinas paralelas, y el montaje de un nuevo y millonario Catastro Minero Colombiano (CMC) que nunca funcionó.-


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Semana.com

miércoles, 8 de junio de 2011

La política de tierras de Santos: un negocio montado para monopolios y banqueros

La cara oculta en la política de tierras: concentrar la tierra de los productores más débiles en manos de los más poderosos. ¿Un capitalismo agrario de monopolios y trasnacionales? Política dictada por el Banco Mundial. No habrá restitución sin legalización de títulos. Índice Gini de 0,87 en concentración de la propiedad rural. La actual política de tierras es el mismo modelo malayo que intentó aplicar Uribe en Carimagua. Santos: la política es la gran explotación agropecuaria, incluso en manos de trasnacionales. La asociación entre el gran inversionista y el pequeño parcelero, una alianza de toche con guayaba madura. La ley de víctimas sale desmejorada de cada debate en comisiones y plenarias. La ley de víctimas, una norma del conflicto, no del posconflicto. La redacción, cada vez más enredada, va a prestarse a mil interpretaciones. No habrá restitución sin antes sanear los títulos. La política queda santificada con un mico en el Plan Nacional de Desarrollo. Las tierras baldías del Estado pasarán a manos de los más poderosos. La extranjerización de la tierra. Es ilegal. Juan Camilo Restrepo destapa el juego en Carimagua.



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Multinacionales deben dinero de regalías a departamentos

Cerromatoso le debe a Córdoba 24 mil millones de pesos que, por la demora, ya va en 32 mil millones.

Contraloría encontró irregularidades en Drummond.
Colombia no solo es el país de América Latina que recibe menos ingresos por concepto de regalías e impuestos del sector minero.
Es, además, en el que las compañías explotadoras liquidan menos de lo que deben pagar por sacar los recursos naturales y, en ocasiones, hasta se dan el lujo de demorarse en los desembolsos.
Todo obedece, según la Contraloría General, a que Ingeominas no hace una adecuada fiscalización del asunto.
Lo cierto es que en una investigación que el órgano de control hizo a 10 contratos mineros de años anteriores, se encontró un posible detrimento patrimonial por 400.000 millones de pesos, debido a la mala liquidación o al no pago de las regalías.

Así va el país


domingo, 5 de junio de 2011

Yaigojé-Apaporis

Alfredo Molano Bravo / Especial para El Espectador

El gran puente natural entre las selvas del río Caquetá y las del Rionegro, en el sur del país, está amenazado por los intereses de la multinacional aurífera canadiense Cosigo Resources.